domingo, 28 de febrero de 2016

Réquiem


Palpita el pulso por mis dedos
que bailan al viento en tu despedida
y acompasan la música sibilante
del réquiem echando raíz.
La vida siguiéndote.
Mientras, yo inmóvil.

martes, 16 de febrero de 2016

G. Abstracciones (I)


En el patio, las escaleras que llevan a la puerta de casa son de piedra. Hoy están húmedas, frías. La lluvia que ha caído por la mañana, cuando el sol aún hacía acto de presencia de forma tímida, se ha vaporizado en parte, mientras que la otra se ha recluido en su interior. Las observo desde la ventana de la cocina, entreabierta, y mimetizo su situación con la mía, con el recuerdo de M, que me rodea, envolviéndome, recorre mi espalda tensándola y se clava muy poco a poco, como disfrutando del momento, en el pecho. Y abro la puerta, me siento en esas mismas escaleras y desayuno, apoyado en ellas con una mano, notando como ese frío que respiran es el que a mí me ahoga desde hace cinco meses, cuando todo se desmoronó.


domingo, 14 de febrero de 2016

Conversaciones con S (III)


 —Al final tenías razón, es la típica que ponen todos los años en San Valentín.
Estábamos en casa de S, y acabábamos de ver una película que habían anunciado durante toda la semana “para ese día tan especial”. S insistió en verla a pesar de mi reticencia.
—Te lo dije, puro pasteleo. No sé como alguien puede pensar que esto puede ser real.
—La verdad es que hay quien consume el amor a mordiscos... No se sacian, y lo agotan por pura avidez, por gula. Bucean en él a pleno pulmón, hundiéndose en la más recóndita profundidad que estas películas venden como la idealidad. Y lo malo es que cuando llega la calma, la realidad, quieren volver a respirar, pero ya están lejos, a kilómetros de la superficie, y allí esos pulmones se quedan sin aire y el corazón deja de latir.
S cerró los ojos, como intentando recordar algo.
—“En ese punto intenso de cocción en que el agua hierve, se acaba pronto el caldo en la cazuela y se chamusca el puchero que con tanta ilusión estabas preparando. El ardor sólo sirve para achicharrar las cosas”, escribió Chirbes en su novela “En la orilla”.
Me quedé en silencio, pensando en la frase. Al cabo de un rato me dispuse a contestar, pero cuando la miré estaba dormida con la cabeza apoyada en el respaldo del sofá. Me levanté con cuidado y le puse su cojín con estampado de libros bajo la cabeza, la tapé con una manta y apagué la televisión. Me puse el abrigo y la bufanda, y salí sin hacer ruido de su casa, al frío invierno de febrero.