martes, 28 de abril de 2015

Nada


Gotas azules tambaleándose en mi sien que vienen y van, llevando por cada pensamiento un cielo, por cada sentimiento una aguja y por un latido todos mis gritos enlatados en un bote de tomate triturado. Remito tus cartas a Francia, y luego las quemo. Esparzo las cenizas en tierra quemada, como si fueran semillas a punto de brotar, creando un árbol acorde a Fibonacci, perfecto, deletéreo, injustamente inverso a tu mirada. Juego a cara o cruz con sus hojas y luego escalo por sus ramas hasta lo más alto, para sin más lanzarme, zambullirme, retarme en picado a tu espalda y en oblicuo a tu filo. Herida sobre cicatriz, sangre goteando al suelo en perfecta gravedad, pero asíncrona al reloj de la habitación donde estaba encerrado el tiempo que todo lo cura, que todo lo expande, que todo lo comprime, lo evita, lo esconde, lo protege, que todo, todo, todo...
Que nada.