martes, 26 de agosto de 2014

Historias


Ella tendría unos 24 años cuando entró por primera vez en mi habitación y fue directamente al fondo. Cogió una de mis novelas del armario empotrado, entre todas las que lo abarratoban y llegaban hasta prácticamente el techo. Se sentó en la cama pensativa y abrió la primera página. Sonreí. Tras ello fui a la cocina a por unas galletas y un par de vasos de zumo de naranja. Lo preparé todo con tranquilidad y cuando volví a la habitación estaba absorta, leyendo y obviando todo lo que pudiera ocurrir a su alrededor. Me senté a su lado y le ofrecí una galleta. Era de sus favoritas, una mezcla de nata y pepitas de chocolate con las que a veces la embaucaba sabiendo que eran todo un vicio para ella. No me contestó, así que se la volví a ofrecer, y ante su nula respuesta confirmé todas mis sospechas. La tenía atrapada en mis historias.